viernes, 6 de junio de 2008

MIS HISTORIAS DE HOSPITAL (EL DOLOR DE UNA MADRE)

Esta historia esta basada en un hecho real, por motivos obvios de ética los nombres y lugares han sido manipulados unicamente mi persona será revelada como tal siempre amparando el secreto profesional y el derecho a la intimidad.

Dicen que el dolor más grande que un ser humano puede sentir es el de una Madre que pierde a su hijo, por un lado el absurdo de que un progenitor sobreviva a su progenie, por otro lado si hay un amor completo en este mundo debe ser el de una Madre, que nos lleva en su seno durante 9 meses y nos cuida, nos mima y se desvive por nosotros, vaya desde aquí mi homenaje a esas madres que por designios del destino han visto irse a sus hijos antes y que el ejemplo de esta madre nos enseñe que a pesar de todo siempre hay un motivo para seguir viviendo y para regalar sonrisas.

Era una tarde de primavera, entré a trabajar desganada a mis ventipocos años y con esa acelaeración típica de la juventud, el ver como el sol brilla no ayudaba mucho.
Tras el cambio de turno me dediqué como siempre a preparar las cosas para dar la medicación de las cuatro, parecía que todo estaba tranquilo así que por lo menos no tendría una tarde agobiante. Con mucho esfuerzo empujé el carrito hacía el pasillo, maldiciendo por lo bajo el que este fuera tan pesado y las ruedas estuviesen tan duras. Así me di un paseo corriendo por las habitaciones para saludar a mis niños como llamo cariñosamente a mis enfermos, cosa que no deja de sorprender a mis compis, ya que la media es bastante alta, entre en la 23 y salude a Santi, estaba tristón, le pregunté que le pasaba,
- nada Celia estoy cansado y quiero salir pronto, mi madre la pobre no se merece estar aquí pendiente de mi.
- Bueno Santi tu madre te quiere y para ella eso es suficiente.
Me despedí de él y mientras caminaba por el pasillo iba recordando su historia, Santi era uno de esos seres especiales a los que la vida sin querer había acercado al desastre, no llegaba a los treinta, era heroinomano y seropositivo, estaba ingresado porque el SIDA había empezado a hacer mella en su delicada salud, desde su ingreso había coincidido con otros de su circulo, ellos me habían dicho que Santi era un buenazo, y que si se había metido en aquella mierda era por estar con sus amigos, todos los que lo conocían estaban de acuerdo en que era muy buena persona y mi experiencia con él lo corroboraba, no daba problemas, obedecía nuestras indicaciones y era sumamente cariñoso y respetuoso con todos.
Así fue como se acercó a mi María la madre de Santi,
- Hola Celia
- Hola María que tal corazón?- le pregunté.
- No muy bien chiquilla - me dijo
La cogí del hombro al ver sus ojos tristes y la lleve a la salita, era tarde pero ¡que demonios! aquella mujer parecía necesitar un poco de cariño.
Me conto entonces que ese mismo día hacía un año que se había muerto el hermano mayor de Santi en un accidente, "era un gran chico Celia, muy bueno y muy estudioso, estaba acabando la carrera para ayudarnos y al venir para casa, tuvo un accidente y se nos fue"
Mi corazón se encogió porque esta empatía mía hizo que sintiera ese dolor, el dolor de una madre, que había perdido a un hijo y que sabía que inexorablemente otro de ellos moriría joven, percibí ese deje de culpabilidad que inunda a una madre cuando un hijo no sigue el camino correcto, la animé como pude, e intenté hacerla comprender que ella no tenía la culpa, y ahí estaba yo con el alma en un puño cuando Juana mi compañera auxiliar me gritó,
- Celia ven corriendo a la 23
Me sobresalté, la 23 era la habitación de Santi
- ¿que pasa Celia? me preguntó María, esa es la habitación de Santi
- Tranquila corazón quedate aquí que ahora veo y te cuento
Salí corriendo como si tuviese alas, los zuecos casí se quedan atras, entré en la habitación y allí en la cama estaba Santi, pálido con sus ojos, sus maravillosos ojos azules, tan limpios, tan dulces, tan honestos y ¡Dios! tan asustados, sangrando por la boca a borbotones, Juana paralizada solo pudo darme unos guantes, le grité muevete rápido llama a Begoña, la internista de guardía y al banco que vayan preparando sangre.
Begoña llegó volando poniendose los guantes, la habitación parecía un matadero, Santi sangraba sin parar, no podíamos hacer nada, no había nada donde presionar,las dos impotentes veíamos como aquello seguía y cruzandonos la mirada fuimos conscientes del desenlace, fueron apenas 10 minutos, los más largos de mi vida, delante de mis ojos la vida se Santi se iba poco a poco esfumando.
Entre susurros y estertores me llamó
- Celia ¡ayudame!, me dijo mientras sus ojos se clavaban en los mios, no supe que decirle, solo una caricia en su mano y un adios en mi mirada, al final fue consciente de que todo se acababa y aquellos ojos azules de pronto perdieron su brillo y vi cara a cara la imagen de la muerte, Santi ya no estaba.
Mi alma se rompió un poquito aquel día, la impotencia era demasiado enorme y lo peor era que había que decirle a María que hoy un año después había perdido a otro hijo, romperle de nuevo el corazón, las lágrimas asomaban a mis ojos mientras le dabamos la noticia, solo pude decirle una pequeña mentira, "no se ha enterado María ha sido muy rápido y no hemos podido hacer nada", luego un abrazo y mi modesta compañía y un recuerdo que me acompañará hasta el final de mis días, aquellos ojos azules sin vida.
Habían pasado unos años, estaba una noche en el control de enfermería trabajando en el ordenador cuando una mujer rechonchita, vestida de negro cuyo rostro me resultó familiar se acercó a mi.
- Hola Celia ¿te acuerdas de mi? - me dijo
- La verdad corazón es que me suena tu cara pero no puedo saber exactamente de que
- Lo entiendo bonita, vosotras nos veís a tantos que es dificil de recordarnos a todos, soy María la madre de Santi
- María corazón, salí a darle un beso y un abrazo ¿que haces aquí? ¿Como te va todo?
- Tengo a mi hija ingresada, al parecer una enfermedad pulmonar, pero me dicen que todo va a ir bien con el tratamiento. Sabes que Santi tenía otro hermano y una hermana ¿verdad?
- Si lo recuerdo querida
- Pues hace dos años mi otro hijo se mató en un accidente de moto, ahora solo me queda mi niña, y ya ves está enferma.
Por un momento me quedé muda, la miré sin saber que decir mientras una ola de sentimientos me inundaba, ¿como puede la desgracia empeñarse tanto con alguien?
Ella me miró con una sonrisa como si leyese mis pensamientos, sus ojos tristes pero a la vez serenos y dulces me dijeron que entendía lo que sentía
- Sabes me dijo a veces pienso que he hecho para merecer esto, cuando mi niña se puso mala creí que me volvería loca, pero si yo me paro que será de ella, es lo que me queda y debo seguir adelante, pero quiero agradecerte algo que no hice en su día, el cariño que le diste a Santi, el siempre hablaba de tí, te quería mucho.
Sonreí y le dije que todo iría bien, que sabía donde estaba si me necesitaba.
Ella sonrió con una sonrisa limpia y amplia y me dijo que sabía que todo iría bien que la vida no siempre era agradable pero que había que vivirla y no desfallecer.
María se fue y me dejo con la sensación por un lado de impotencia, por otro lado de tristeza pero a la vez me dejo una sensación de enorme serenidad, como si aquella gran mujer hubiera conseguido alcanzar a pesar de las desgracias una gran paz interior.
María y su hija se fueron al poco, todo había ido bien, no he vuelto a saber de ellas pero espero que la vida les haya regalado con algunas hermosas sonrisas. Al igual que los ojos de su hijo, en mi recuerdo guardo aquellos ojos dulces y serenos a pesar de la tristeza y aquella sonrisa amable que me brindó.
María me enseñó una gran lección, lejos de hundirse y desesperar, de odiar, de alejarse del mundo ella siguió adelante con su vida buscando las cosas buenas que esta nos da.
Aquí queda mi pequeño homenaje a está gran mujer y a todas las madres que sufren, y mi reflexión que por muy mal que vayan las cosas siempre debemos buscar la sonrisa y seguro que si lo hacemos la encontraremos.

5 comentarios:

  1. Dificil equilibrio ser humano, agradable, eficiente y conservar el equilibrio y la cordura en tu oficio.

    Quien lo consigue aprende más de humanidad de lo que puede enseñar ningun cursillo desde el conocimiento profundo de las vulnerabilidades y debilidades humanas.

    Para mi sinceramente fue una experiencia muy gratificante pero al tiempo agotadora incluso desde un trabajo no sanitario en urgencias.

    La sensación de que haces algo util de verdad es muy gratificante y en pocos trabajos la he tenido.

    Te sientes vivo y útil, eso no tiene precio.

    La gente te recuerda aun pasado mucho tiempo, a veces años, incluso en mi tarea, que decir la del personal sanitario, pero ellos tambien dejan una huella profunda en nosotros.

    Nada humaniza más que la cercanía de la muerte.

    Un saludo

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  2. Celia...lo que son las cosas.Estuve poco tiempo en el Pais,pues andaba deshubicada y paré allí para poco después marcharme y abrirme mi islita cursi y empalagosa, donde el-la que entra sabe a qué atenerse y opta por volver o no...
    Todo esto, es porque te conocí allí y me gustaba mucho comentarte.
    Me parecías extremadamente sensible y eso me pierde.
    Ahora vuelves a demostrarmelo y casi lloro con este relato hermoso, tierno, lleno de sentimiento.Este homenaje a una madre en la que la desgracia se ceba miserablemente y que nos habla de una enfermera de gran corazón y humanidad sublimes.
    Enhorabuena y un placer volver a verte.
    Besos.

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  3. Gracias a los dos por pasaros. El trabajo en sanidad es muy dificil pero vale la pena las satisfaciones vienen siempre de sonrisas, así que no resulta tan dificil.
    La muerte esta tan presente que nos recuerda nuestra propia fragilidad, por eso supongo que mi visión de la vida pasa por hacer lo mejor posible para todos.
    Marinel también estoy encantada de compartir con vosotros este espacio, tengo que ponerme al día por desgracia estas semanas tengo poquito tiempo pero intentaré estar con vosotros el mayor tiempo posible.
    Muchos bicos.

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  4. Me ha gustado, lleno de sentimientos, enhorabuena, un abrazo

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